Blanco no es una novela como tal; tampoco una colección de relatos o, si atendemos a su extensión, más bien microrrelatos. Podríamos definirlo como una concatenación de reflexiones que parten de dos cosas: una lista y una situación. Kang comienza la narración con una lista de cosas blancas: la nieve, el azúcar, la sal, una sábana de algodón, la escarcha… A partir de ellas reflexiona sobre lo que el color blanco, aquello que es de ese color, le trae a la mente.
Algo hay en de sinestesia, de trasladar un sentido a otro. También hay mucho de cultural, de acceder a una forma de ver el mundo que no es propia de occidente. El color blanco, que incorporamos a nuestra paleta a través de la vista da un paso más allá para ser fuente de sentimientos, de recuerdos y de sensaciones que trascienden a otros colores, a otros olores, a otros sonidos en forma de ruidos o de palabras. Así la protagonista parte de una situación dolorosa, que ella no ha vivido en realidad: la muerte de su hermana mayor tan pronto nace. ¿Qué sentimientos le trae ese ser hermana pequeña sin s
erlo en realidad, esa presencia de la que no sabe nada pero que siente que le acompaña a cada paso?